Hablemos de la independencia centroamericana
Como cada año, desde hace poco más de doscientos años, el mes de septiembre trae consigo la parafernalia de las “fiestas patrias”, la “independencia centroamericana”. Los países desde México hasta América Central celebramos con pompa oficial las distintas fechas en que supuestamente dejamos de ser colonias de España, las fechas que marcan nuestros respectivos nacimientos como estados independientes. En el presente artículo esbozaré algunos hechos y momentos que han escapado de la historia oficial, y de su correspondiente análisis, con el objeto de ir profundizando cada tema en próximas publicaciones.
Virreynato de Nueva España (Mesoamérica)
Un primer aspecto sobre el que conviene reflexionar es que a la llegada de los españoles (a partir de 1492) la organización de los pueblos mesoamericanos contaba con diversos grados de complejidad territorial y social, que enfrentaban los conflictos característicos del desarrollo civilizatorio humano en materia cultural, política y económica. El proceso civilizatorio autóctono de los pueblos de Mesoamérica fue violentamente truncado con la invasión y posterior proceso de conquista española. Los conquistadores, con mucha más experiencia y mejor tecnología para el ejercicio de la violencia y la dominación, adquiridas en sus propios procesos civilizatorios al otro lado del mundo, destruyeron casi todo vestigio del desarrollo cultural y tecnológico existente en aquel momento en estas tierras, de manera que hoy sólo podemos inferirlo mediante la exploración arqueológica, donde ella es posible.
El tema de la conquista se abordará en artículos posteriores, cuando toquemos la celebración del “día de la raza”, por el momento me limitaré a señalar que en esta región americana no había una única cultura común, sino, más bien, una amplia gama de culturas con mayor o menor grado de desarrollo. Es durante el período colonial y con el establecimiento del Virreinato de Nueva España (en 1535) que, de una forma violenta, en ocasiones brutal, todos los habitantes de Mesoamérica (conquistadores incluidos) comienzan a compartir una historia común que, a su vez, genera una suerte de cultura política común en muchos aspectos vigente hasta nuestros días.
Hacia 1794, en su momento de máxima cobertura, el Virreynato de Nueva España comprendía parte de lo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica, y para efectos de administración estaba subdividido en reinos, capitanías y comandancias. Dentro de la división político-administrativa colonial la región centroamericana correspondía a la Capitanía General de Guatemala.
Contexto histórico
Al analizar los procesos independentistas de la América colonial española se suele mencionar la influencia de las ideas de la Ilustración (movimiento cultural e intelectual europeo que nació a mediados del siglo XVIII y duró hasta inicios del siglo XIX), la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica (1776) y la revolución francesa (1789), pero es necesario acotar que, como veremos un poco más adelante, en el marco del absolutismo español imperante durante la colonia, estas influencias en el caso de Centroamérica apuntaron más al establecimiento de mecanismos de defensa del estatus quo colonial que al desarrollo de sociedades modernas basadas en ellas.
En el año de 1808 los franceses, bajo el gobierno de Napoleón Bonaparte, invadieron España y depusieron al entonces rey Fernando VII, iniciando un conflicto que generó un vacío de poder en la América colonial. La resistencia española a la ocupación francesa provocó la organización de “juntas” que, a su vez, crearon un gobierno clandestino y estructuras para la redacción de una constitución que pusiera fin al modelo absolutista. El resultado de este proceso fue la “Constitución de Cádiz” de 1812.
Constitución de Cádiz
La Constitución de Cádiz trasladaba el ejercicio de la soberanía a la Nación, estableciendo una monarquía constitucional con separación de poderes y aboliendo los señoríos. Aunque no se hizo una declaración concreta de derechos y libertades, estableció también algunos como la libertad de imprenta, de industria y el derecho al voto (exclusivamente masculino) indirecto. España se declara un Estado confesional católico y es por eso por lo que el rey seguiría siéndolo: “por la gracia de Dios y la Constitución”.
Otro aspecto importante de la Constitución de Cádiz fue la confirmación de la nacionalidad española para todos los habitantes nacidos en cualquier territorio de la corona española. En su mayoría los criollos (hijos de españoles nacidos en los territorios coloniales) evidentemente acogieron con beneplácito una Constitución que les ponía en igualdad de condiciones con los españoles peninsulares para el ejercicio de un poder más autónomo, pero no independiente de la corona. Por el lado contrario, la oligarquía colonial centroamericana (netamente española peninsular) se resistiría a los cambios.
Es así como José de Bustamante y Guerra, quien había sido nombrado Capitán General de Guatemala en 1810, ante la revolución de Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos en México creó una fuerza armada llamada «cuerpo de voluntarios de Fernando VII» y desde su puesto se enfrentó a los constitucionalistas locales, reprimiendo duramente a los insurgentes y oponiéndose firmemente a la constitución de 1812.
Primeros movimientos
La historia recoge que el primer manifiesto a favor de la independencia en nuestra región se da en el mismo 1808 (casi al mismo tiempo que inicia la resistencia contra la ocupación francesa de España), mediante un panfleto que hizo circular el costarricense Pablo Alvarado, quien fue encarcelado en Guatemala y puesto en libertad en 1809.
Noviembre de 1811: dos curas (José Matías Delgado y Nicolás Aguilar) ejecutan un intento de revolución en San Salvador, pero en el mes de diciembre del mismo año con la mediación desde Guatemala (a través de los regidores Juan José de Aycinena y José María Peinado) la rebelión es sofocada.
Diciembre de 1813: José de Bustamante y Guerra descubre y desarticula a un grupo que planificaba su derrocamiento desde el Convento de Belén. En enero de 1814 ocurrió un nuevo intento de sublevación en San Salvador que terminó con la muerte de uno de sus iniciadores, Santiago José Celis, y el arresto de otros de sus líderes. Ese mismo año de 1814, Fernando VII regresa como rey a España y deja sin efecto la Constitución de Cádiz, retomando el modelo absolutista.
En 1820, ante las presiones internas y frente al avance de los movimientos independentistas en América del Sur, Fernando VII restablece la vigencia de la Constitución de Cádiz y esto es aprovechado en Guatemala por el doctor Pedro Molina Mazariegos para publicar el periódico “El editor constitucional”, desde donde se promovía la independencia y se defendía los derechos de los criollos.
El gatopardismo independentista centroamericano
Con el triunfo del movimiento independentista mexicano, bajo el Plan de Iguala, en febrero de 1821; los territorios de la Capitanía de Guatemala comenzaron a vivir una fuerte agitación que desestabilizó a la administración española y es así como llega al cargo de Capitán General el sub-inspector del ejército Gabino Gainza, quien según las fuentes históricas era un personaje de carácter voluble.
A finales de agosto de 1821; Pedro Molina, Mariano Beltranena y José Francisco Barrundia, colaboraron con Mariano Aycinena y Juan José Aycinena en la redacción de un “Plan Pacífico de Independencia” en el que, se organizó con todo detalle la declaración de Independencia. El objetivo fundamental del plan era declarar a Guatemala independiente de España, para posteriormente lograr la anexión al recién constituido Imperio Mexicano, bajo el Plan de Iguala, y de este modo garantizar la preservación del estatus quo sin hacer modificación política alguna, manteniendo como jefe de gobierno a Gabino Gainza:
“Artículo 7. No se innovará nada en cuanto al gobierno, ni se tratará de remover empleado alguno, a no ser que se considere peligroso contra el futuro inmediato sistema.
Artículo 8. Seremos aliados natos de la Península; y confederados de los nuevos Gobiernos americanos.
Artículo 9. Los Españoles europeos no sólo serán perseguidos, sino protegidos por nosotros.
Artículo 10. Obtendrán los mismos derechos que hoy tienen.
Artículo 11. Y privilegios en punto a Comercio con respecto a los extranjeros.
Tales serán los medios sencillos de proclamar nuestra independencia, y las bases equitativas en que deberá fundarse: y relaciones en que deberemos quedar con respecto a los españoles. Si logramos este paso, el Jefe con la Junta (después de poner en resguardo a las personas que pudiesen peligrar) pasarían a la Catedral a dar gracias al Altísimo, y el resto del Pueblo se repartiría por la ciudad a hacer las demostraciones correspondientes”.”
Así, el 15 de septiembre de 1821, siguiendo el guion establecido en el “Plan Pacífico”, se suscribe lo que hasta el día de hoy conocemos como Acta de la Independencia Centroamericana, sin tomar en cuenta el voto de las provincias que comprendían la Capitanía General de Guatemala, con la excusa de una supuesta presión popular en las calles al momento de la suscripción del documento mencionado.
El Acta de Independencia y el Manifiesto del Jefe Político a las provincias
No puede escapar de este brevísimo resumen el análisis parcial del contenido del Acta de Independencia, que desde su primer artículo deja claramente establecido que se realiza para evitar que sea el pueblo quien se independice:
“1º.- que siendo la Independencia del Gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor jefe Político la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían temibles en caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.”
Los artículos 7 al 11 disponen que no habrá cambios en el gobierno, salvo la creación de una Junta Provisional Consultiva, que sigue al pie de la letra lo establecido en el “Plan Pacífico”. El artículo 13 ordena la publicación de un Manifiesto del Jefe Político a las provincias.
El Manifiesto redactado y suscrito el mismo día por Gabino Gainza fue remitido a los cabildos más importantes de las provincias que conformaban la Capitanía General, esto con el fin de legitimar la decisión tomada en Guatemala, y destacan en él algunas ideas que dejo anotadas para posteriores reflexiones:
1) Que las élites centroamericanas, conservadoras y defensoras de la monarquía, estaban a la expectativa de lo que ocurría al norte y al sur con los verdaderos movimientos independentistas y que, como consecuencia del éxito de estos, la declaración de independencia era una necesidad política del momento (cosa que es evidente pese al intento de maquillar el mensaje):
“… Guatemala, colocada en medio de una y otra América, era espectadora alegre y tranquila de ambas… y era imposible que conmovida al sur y al norte toda la masa de este continente siguiese el centro en reposo… pero los guatemaltecos pacíficos siempre y tranquilos, esperaban que los de México llegasen a su último término… Mantenerse indiferentes era quedarse aislados, exponerse a divisiones funestas, cortar relaciones y sufrir todos los riesgos…”
No podemos olvidar que las provincias, al igual que la Capitanía, están siendo administradas por funcionarios españoles.
2) Que la independencia, de la forma “pacífica” planificada, era necesaria para dar una salida a las demandas populares, reafirmando de este modo el temor a que fuera el pueblo quien de verdad se independizara:
“… El pueblo no fue indiferente a un asunto que era suyo. Se reunió en torno de Palacio, en la calle, en la plaza, en el portal, en el atrio, en el corredor y antesala. Manifestó la moderación que le ha distinguido siempre, pero acreditó que sabe amar su causa y celebrar sus intereses.
Cuando algunos funcionarios, sin resistir la independencia, decían solamente que se esperase el resultado final de México, un murmullo sordo, pero perceptible indicaba la desaprobación. Cuando los Prelados u otros empleados manifestaban que la voz de Guatemala es la de América, y que era preciso atender sus acentos, el clamoreo general publicaba los votos de la opinión. Cuando se añadió, que la institución de nuevo gobierno y sanción de ley fundamental deben ser obra de los representantes de los pueblos, los VIVAS fueron también señal indudable de la voluntad general…”
Consecuencias inmediatas
Según algunas versiones rescatadas por historiadores, no es verdad que haya existido un gentío alrededor del Palacio de Gobierno ejerciendo presión para la suscripción del Acta de Independencia, en cuyo caso podríamos decir que esta imagen fue creada para amedrentar a las autoridades provinciales de tal forma que se adhirieran a lo resuelto en Guatemala.
De entre las respuestas al Manifiesto de Gabino Gainza y la Declaración de Independencia de Guatemala destaca la de la provincia de Nicaragua, mediante la que se conoce como “Acta de los Nublados” (del 28 de septiembre de 1821), en la que se declara absoluta y totalmente independiente de Guatemala, “que parece se ha erigido en soberana”, e independiente temporalmente de España, “hasta tanto que se aclaren los nublados del día, y pueda obrar esta Provincia con arreglo a lo que exigen sus empeños religiosos y verdaderos intereses.”.
La historia también rescata que al día siguiente de la declaración de la independencia guatemalteca (supuestamente aclamada por la población), es decir el 16 de septiembre de 1821, se publicó un “Bando de Buen Gobierno” que entre sus disposiciones (contrarias a las libertades conferidas por la Constitución de Cádiz) contenía las siguientes:
“… IV: Aunque no es de esperar que alguna persona se oponga a la decidida voluntad general, ni proponga perturbar la quietud con que este honrado vecindario ha entrado al goce de sus derechos; si alguna hubiese de cualquier clase, grado y condición que directa o indirectamente con discursos o con obras intentase trastornar, o desacreditar el sistema adoptado de Independencia, y restablecer el gobierno español, será tratado, perseguido y castigado como conspirador, imponiéndoles la pena de muerte en la forma prevenida por las leyes. V: Toda persona que supiese que otra, u otras intentan conspirar contra el Gobierno independiente adoptado y jurado, está en obligación de denunciarla a la autoridad legítima, y si no lo hiciere, será tratada y perseguida como cómplice de conspiración con arreglo a las leyes… VIII: La buena policía exige que no haya corrillos, ni pelotones de gente inquietando o perturbando a los vecinos, y así los que se encontrase desordenadamente después de las once de la noche, serán detenidos y juzgados con arreglo a los bandos y ordenanzas anteriores…”
Lo positivo y lo negativo del proceso independentista en Centroamérica
Como principal aspecto positivo del proceso que he detallado en párrafos anteriores, puedo destacar el surgimiento de los países con las demarcaciones territoriales, población y ejercicio de gobierno que les permitirían constituirse, a la postre, en Estados.
El principal aspecto negativo que puedo destacar es que ese mismo proceso independentista fue manejado en el contexto de la confrontación entre criollos y españoles peninsulares por los espacios de poder. Si bien históricamente se trata de destacar que la independencia centroamericana ocurre “sin derramamiento de sangre”, la verdad es que ese derramamiento de sangre ocurrió a posteriori, porque el acta de independencia suscrita en Guatemala en 1821 fue más bien una farsa fraguada por un grupo oligárquico local (guatemalteco) en aras de preservar el estatus colonial, sin tomar en cuenta previamente a quienes podrían haber sido sus socios en el proyecto dentro de las provincias de la Capitanía General.
Al quedar fuera del proceso “el pueblo” centroamericano, recordando de nuevo que expresamente dentro del “Acta de Independencia” se trataba a toda costa de impedirle independizarse, quedó como tarea pendiente para los nacientes Estados la construcción de la nacionalidad, o, mejor dicho, la construcción de una visión colectiva de nación.
En conclusión, el 15 de septiembre de 1821 lo que ocurrió históricamente fue la independencia de Guatemala, que trajo consigo, incluso meses más tarde, las paulatinas declaraciones de independencia de cada una de las provincias centroamericanas y abrió paso a una serie de conflictos de los que conversaremos en próximas entradas de este sitio.
Autor(a):
Ciudadano nicaragüense, contador de profesión, con formación universitaria en Derecho, Informática y Educación (Matemáticas y Física). Más de 30 años de experiencia en la creación y dirección de todo tipo de entidades mercantiles y organizaciones no gubernamentales (políticas, culturales y deportivas). Se desempeña actualmente como asesor empresarial.