Economía

Cultura política y desarrollo económico

Artículo publicado por el Dr. Israel Benavides Cerros (QEPD) en el sitio «Propuesta Ciudadana» el 17/04/2017.

Diversos enfoques teóricos han intentado establecer cierta relación causal entre cultura política y desarrollo económico, como variable independiente la primera y como variable dependiente la segunda, estos estudios han contribuido de manera importante a comprender el valor que tiene la cultura política como uno de los factores condicionantes del crecimiento económico y del bienestar.

En Nicaragua en particular los aportes en este campo son abundantes, desde textos completos sobre cultura política nicaragüense hasta un sinnúmero de artículos especializados que, desde diferentes posturas, analizan el imperativo de construir una nueva cultura política que sea propensa a crear un clima de negocios apropiado para la atracción de inversión nacional y extranjera, sobre todo inversión extranjera directa (IED) que por su naturaleza de largo plazo tiene un efecto spillover o efecto de desbordamiento sobre toda la economía .

¿Por qué es necesaria una transformación de la cultura política?

Nuestra cultura política es esencialmente anacrónica y está constituida por una serie de antivalores propensos a reproducir pobreza en lugar de generar riqueza. Uno de los antivalores más evidentes es la corrupción que hoy “forma parte de nuestra identidad” y se acepta de manera generalizada por toda la sociedad, la corrupción es como “un cáncer constituido por células agresivas que ubican al ser humano frente a una total indefensión”.

La corrupción es un fenómeno destructivo y su manifestación no sólo se limita a la malversación de caudales públicos, se expresa también por medio del tráfico de influencias, el nepotismo cuya expresión es la conformación de clanes familiares que comparten el poder y desde el poder usufructúan los tributos de la comunidad de la manera más deliberada. El sistema legal es como una “telaraña en cuyas redes se quedan atrapados los débiles” pero no los poderosos, estos últimos tienen licencia para delinquir sin que las leyes se ocupen de ellos.

Del fenómeno de la corrupción no ha logrado escapar ningún gobierno en Nicaragua, pues es un mal sistémico, porque el entramado político e institucional tiene como base la corrupción, se repite con la alternancia en el poder, de tal manera que este antivalor se va trasladando de un gobierno a otro.

Podríamos decir que es la corrupción el “único valor” de consenso de nuestra cultura política, en realidad lo que más temen los políticos es perder el poder, porque ello entraña la posibilidad de no ser parte del “botín” y por lo tanto deteriorar sus estilos de vidas consumistas y derrochadores de lo que no les pertenece, sin embargo, igual que en el mercado, los grandes monopolios resuelven sus contradicciones por medio de la repartición del mercado, en Nicaragua los partidos más fuertes han creado alianzas estratégicas para compartir el poder y “usufructuar los tributos de todos los nicaragüenses”.

Elementos para la construcción de una nueva cultura política

Es en este contexto que la transformación de la cultura política se debe fundamentar en la participación ciudadana en organizaciones sociales como base de un sistema político democrático, es decir, que una sociedad civil con un entramado denso, plural y dinámico se corresponda con una sociedad política realmente democrática. Sin embargo, incluso durante la lucha por la transformación de una cultura política clientelista, caudillesca, prebendaria y aún mesiánica de las élites políticas, en una cultura democrática, orientada a la participación ciudadana, la transparencia, la libertad de palabra y de pensamiento, las élites políticas suelen instrumentalizar la participación ciudadana y concebir al ciudadano como un sujeto sin derechos y por tanto siempre obligado a agradecer con su fidelidad y sumisión las dádivas que pueda concederle generosamente el poder.

La idea de una nueva cultura política debe fundamentarse en la lógica de las asociaciones abiertas y voluntarias, no formales y burocráticas, organizaciones voluntarias y libres del control burocrático, auténticas organizaciones creativas, generadoras de ciudadanía, inventivas, forjadoras de cultura, arte, producción y desarrollo social. Porque cuando el autoritarismo “perverso” coarta la libertad de organización y excluye a quienes no están con su “dogma”, no puede haber optimismo ni progreso social y espiritual, ni puede haber crecimiento ni desarrollo económico.

Se hace indispensable la libertad para criticar, preguntar, disentir y proponer desde organizaciones creadas de manera libre y espontánea, surgidas no desde el poder sino de las entrañas de la sociedad, desde donde se va hilvanando o confeccionando un tejido de organizaciones comarcales, municipales, departamentales, regionales y nacionales capaces de construir y proponer alternativas de políticas públicas, generando presión hacia las instancias del poder central con el fin de incidir de manera importante en el desarrollo económico local, territorial, departamental y nacional.

Autor(a):

Ciudadano nicaragüense, contador de profesión, con formación universitaria en Derecho, Informática y Educación (Matemáticas y Física). Más de 30 años de experiencia en la creación y dirección de todo tipo de entidades mercantiles y organizaciones no gubernamentales (políticas, culturales y deportivas). Se desempeña actualmente como asesor empresarial.

Carlos Pérez

Ciudadano nicaragüense, contador de profesión, con formación universitaria en Derecho, Informática y Educación (Matemáticas y Física). Más de 30 años de experiencia en la creación y dirección de todo tipo de entidades mercantiles y organizaciones no gubernamentales (políticas, culturales y deportivas). Se desempeña actualmente como asesor empresarial.

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