Revista Itzaya – Editorial
Revista Itzaya nace a poco más de 200 años de los procesos históricos que conocemos y celebramos como “la independencia”, y con 150 años de una supuesta “vida republicana” en nuestros países, cuando Centroamérica aún no ha encontrado su rumbo. Nuestras sociedades centroamericanas continúan siendo excluyentes y desintegradas, sometidas a los intereses de los grupos hegemónicos locales que, a su vez, suelen estar alineados o alinearse con los intereses de alguna potencia extranjera que les ayude a garantizarse el ejercicio del poder y su legitimidad. El ejercicio del poder es más importante para los grupos hegemónicos que la construcción de un proyecto de nación donde “el pueblo” pase a ser “ciudadanía” consciente y activa.
Para los grupos hegemónicos el pueblo es un peligro latente desde el momento en que redactaron, en Guatemala, el documento con el que se separaban de España, el 14 de septiembre de 1821, y es así como la primera acción de la supuesta independencia es que “… el señor Jefe Político, la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Del mismo modo queda plasmado en el “Acta de los nublados” suscrita en León el 28 de septiembre de 1821 (donde se declara la independencia de Guatemala y de España): “Que se tomen las medidas más eficaces para la conservación del orden y sostenimiento de los funcionarios públicos, prestándoles el más eficaz auxilio, en la inteligencia de que el Gobierno castigará severamente a los perturbadores de la tranquilidad pública y desobedientes a las autoridades”.
La cultura política centroamericana continúa fuertemente influenciada por, si no es que estancada en, el pensamiento colonial. La figura del caudillo, la preeminencia de la “interpretación” por encima del texto de la Ley, la administración de “la cosa pública” bajo el esquema del “repartimiento” y la búsqueda de la legitimación foránea por encima de la legitimidad interna son, entre otros, algunos de los rasgos característicos de la cultura política centroamericana que perviven desde la época colonial.
Desde el año 2003 en Costa Rica, con la sentencia “interpretativa” que permite la reelección de Oscar Arias, hasta la sentencia de septiembre de 2021 que avala la reelección de Nayib Bukele en El Salvador (pasando por similares sentencias dictadas en Honduras y Nicaragua), los países centroamericanos estamos retomando la senda errada que en el siglo pasado nos sumió en conflictos y guerras fratricidas. Cabe señalar que desde 1907, con motivo de la suscripción del «Tratado general de paz y amistad centroamericana», los países centroamericanos habían acordado establecer mecanismos que impidieran la reelección en sus respectivas legislaciones.
La criminalización de la política, con la consecuente instrumentalización de la Justicia (siendo el más reciente intento en el proceso electoral de Guatemala) para beneficio de quienes detentan el poder, el abuso de la fuerza represiva del Estado y, lo que es más lamentable, el hecho de que muchas de estas acciones ocurran con el apoyo de numerosos grupos de personas en cada caso, en cada país, y la evidente dificultad que tiene la ciudadanía para organizarse y ser realmente incidente en los procesos políticos como actor principal de los mismos (en mayor o menor grado dentro de cada país) nos plantean la necesidad de transformar esa cultura política autodestructiva que nos lastra y nos impide terminar de desarrollarnos como sociedades modernas.
Sabemos que el camino es largo, que necesitamos releer nuestra historia, replantearnos nuestras prácticas sociales y desarrollar procesos de educación ciudadana que nos permitan el ejercicio y control del poder hacia la construcción de sociedades realmente democráticas y verdaderos Estados de Derecho.
Desde “Revista Itzaya” aportaremos y te invitamos a aportar para esa construcción de ciudadanías, desde el libre debate de las ideas y la gestión del conocimiento.